miércoles, 8 de mayo de 2013

Las tres heridas, Paloma Sánchez-Garnica


El no decía nada, sólo miraba, absorto, abducido por la emoción embriagadora de aquella imagen, la primera vez que ponía rostro a los que tanto imaginó en su cabeza, a sus padres, sus verdaderos padres. Quise entender lo que ese hombre sentía en aquel momento, pero comprendí que era imposible, porque hay sentimientos que sólo pueden concebirse en ciertas circunstancias, con ciertas condiciones, y la emoción que reflejaba aquel hombre era inconmensurable, inalcanzable para cualquiera que no estuviera metido en su piel...



Tras enviudar, Ernesto Santamaría abandona su carrera docente para dedicarse a su gran pasión: la escritura. Aunque la suerte no parece sonreirle, él no abandona y continúa en su empeño de conseguir su gran obra. Un día encuentra en el Rastro una antigua caja de latón que contiene la fotografía de una joven pareja, Mercedes Manrique y Andrés Abad, junto con unas cartas de amor. Comenzará a indagar en la historia de la pareja a través de los datos que obtiene de las cartas. La intrigante imagen, tomada el día que empezaba la guerra civil, y el posible destino de sus dos protagonistas le ayudarán a escribir su gran novela. Sin darse cuenta, Ernesto se sumerge en un mundo en el que llega a confundir realidad con ficción. Su encuentro, real o imaginario, con Teresa Cifuentes será determinante para conocer la historia de los personajes de la foto, convirtiéndose en testigo privilegiado, capaz de restañar las heridas del amor, de la vida y de la muerte que la guerra abrió.


Muchas novelas se han escrito sobre la guerra civil española y la postguerra, con mejor o peor fortuna. Lo que engancha de esta historia es que intenta huir de la visión maniqueísta de este triste episodio de nuestra historia en el que unos aparecían como los “buenos” y otros como los “malos”, en función de la ideología y de la visión de la realidad de quien contara la historia. La novela relata los horrores de la guerra, las vidas truncadas, la perversidad de la condición humana, la falta de escrúpulos, el afán de venganza, la miseria, el hambre, el miedo y el olvido obligado, impuesto y necesario para sobrevivir. Pero a su vez, Las tres heridas es una novela de reconciliación, de sentimientos, de amores y de ausencias, que nos descubre las únicas razones por las que es importante vivir y morir.

Los dos grandes personajes de esta novela son femeninos: Mercedes Abad y Teresa Cifuentes. En una guerra hay pocos ganadores, pero Mercedes es la gran perdedora de esta historia: “De repente, su conciencia le reveló todo lo que la guerra le había arrebatado: su madre, su hijo, su casa y su familia habían sido tragadas por aquella lucha absurda en la que nada tenía que ver”. Mercedes es una mujer sencilla y enamorada de su marido, a la que Teresa admira. La considera una mujer fuerte, “Teresa la miró y esbozó una sonrisa mezclada con el llanto irrefrenable que le nublaba la visión de aquella mujer, a la que veía mucho más fuerte que ella, más entera, más firme en su forma de afrontar la vida; con menos posibilidades, había conseguido mucho más que ella, que lo tenía todo”.

Teresa es una mujer con el corazón dividido, que se debate entre el amor y admiración que siente por Arturo Erralde, al que no quiere renunciar y su familia, que representa las comodidades en las que ha vivido desde niña, pero a la que llega a despreciar en lo más profundo de su ser. Teresa tenía muy claro que ganara quien ganara la contienda, ella tenía las de perder y que la guerra no haría más que profundizar su herida.

Paloma Sánchez-Garnica
No había leído nada de Paloma Sánchez-Garnica. Las Tres heridas es la cuarta novela escrita por esta abogada e historiadora, que gusta de mezclar la novela histórica con grandes dosis de intriga y misterio. La ausencia bastante visible del trabajo del corrector ha hecho que dudara en considerarla o no como una de mis lecturas favoritas. La novela queda deslucida por las múltiples faltas de todo tipo: gramaticales, de concordancia, ortográficas, pero lo más molesto es el uso de un leísmo y sobre todo de un laísmo que llega a hacer daño a la vista. He leído el libro en mi e-book, e imagino que se trataba de la primera versión, pues he visto en algún sitio que la segunda versión sí que ha sido corregida.


Una de mis escenas favoritas es la que protagonizan Ernesto Santamaría y Rosa, su sirvienta. El escritor descubre que no conoce de nada a la mujer con la que lleva compartiendo varios años de su vida y a la que consideraba una iletrada. Este descubrimiento le hace sentir vergüenza al tomar conciencia de que es muy fácil prejuzgar a los demás y dejarse llevar por las apariencias. Rosa le da toda una lección a Ernesto sobre el sentir más profundo de los que se dedican a la escritura y sobre la creación literaria: “…Si no se cree sus propias fantasías, si no acepta los espejismos que solamente usted es capaz de descubrir y vislumbrar, difícilmente podrá hacer creíbles sus historias. Los lectores que se acerquen a sus letras se sentirán defraudados y lo abandonarán, porque nadie en la ficción pretende encontrar la realidad, para eso ya tenemos la vida. Gracias a lo que nos proporciona ese universo mágico de la literatura, el mundo es más capaz de afrontar esa realidad y, lo que es más importante, es capaz de transformarla y hacerla mejor de lo que es.”

Una historia a la que llegué por el "boca a boca" y que no dudaría en recomendar, porque engancha desde el primer momento. Al mismo tiempo, se me ha despertado la curiosidad por conocer otras obras de la autora.

Si te perdiera... 
Si te encontrara
bajo la tierra.

 Bajo la tierra 
del cuerpo mío, 
siempre sedienta.

Miguel Hernández